Amelie crece, al menos en apariencia, lo que no significa hacerse mujer, por todas las inhibiciones que traban su desarrollo personal. Lacan trabaja la inhibición en el Seminario Libro 10: La Angustia, como la contraposición entre dos deseos. Por un lado el deseo del Otro que la sitúa como la enferma cardiovascular que hay que cuidar, evitando por todos los medios que viva, para que no muera, paradojalmente, y por otro lado los deseos que asoman en ella, aunque mas no sea en su florido mundo imaginario.
Ficha Técnica
Ambientada en el barrio parisino de Monmartre, narra la historia de Amélie, una joven que redescubre la felicidad tras una infancia repleta de dificultades. En su nuevo trabajo como camarera, la protagonista encontrará su verdadera vocación: ayudar a resolver las penurias de todos los personajes de su entorno.
En la obra de Lacan su frase axiomática: “El deseo es el deseo del Otro”, va mutando conforme va evolucionando su investigación teórica y su práctica clínica. Este movimiento nos conduce a pensar diversas interpretaciones:
· Desde el transitivismo infantil propio del registro Imaginario, cuya escritura es: “el deseo es el deseo del otro”, aquí se trata de una definición abstracta del objeto del deseo, en tanto se desea “el chiche del otro”, es decir del semejante. Final del “Estadío del Espejo”, con su clásico viraje paranoico.
· Pasando por Hegel como deseo de reconocimiento, en tanto, mi conciencia es reconocida por la conciencia del Otro, cuya escritura es: “el deseo es el deseo del Otro”. Situable en “Función y Campo de la palabra y del lenguaje”.
· Siguiendo con la ruptura que produce con Hegel, en el Seminario Libro 10: “La Angustia”, momento en el que advierte que al Otro le es desconocido su deseo, le es inconsciente, y cuando se dirige al sujeto, lejos de reconocerlo y procurarle el sostenimiento de su Yo, o de su conciencia, lo angustia y lo divide subjetivamente.
· Para concluir con la formulación de la operación de alienación, en el Seminario Libro 11: “Los cuatro conceptos fundamentales del Psicoanálisis”, en el Seminario Libro 14: “La Lógica del fantasma” y en el Seminario Libro 15: “El acto analítico”. Se trata de la alienación al deseo del Otro, en tanto el sujeto suple su falta en ser, producto de la alienación al significante, y la alienación al sentido; ocupando el lugar de objeto causa del deseo del Otro, lo que le permite sostener al Otro sin barrar, renegando de su castración, y le otorga, a su vez, al mismo, un pseudo ser. Estamos articulando, con la operación de alineación al deseo del Otro, la constitución del fantasma.
Este último tratamiento de la fórmula: “el deseo es el deseo del Otro”, nos es útil para pensar esta excelente película, es decir la historia de “Amelie”.
La misma comienza desde su concepción. En el film, se efectúa un rápido paneo para dar cuenta de la particularidad de sus padres. Lo que les gusta y disgusta a cada uno de ellos, como así también, se da cuenta de ciertas escenas relevantes que la determinaron:
1. La escena en la que el Padre, médico, la ausculta y advierte que su corazón tiene palpitaciones acentuadas, lo que en absoluto piensa que es debido a la excitación por su acercamiento, sino debido a una insuficiencia cardiaca. A partir de este erróneo diagnóstico, comienzan a limitarle su vida. La tratan como una enferma delicada. No va al colegio. Su madre, maestra, quedará super-yoicamente a cargo de su educación privada, nunca mejor elegido el significante.
2. Por consiguiente se verá restringida a refugiarse en la fantasía, sin ningún tipo de lazo social con niños de su edad. Manifiesta que su único amiguito es un pez, con el cual podemos conjeturar que tiene una identificación especular, ya que ambos estaban encerrados en una suerte de “caja de cristal”. Graciosamente el pez, a contramano de los tratados de etología que sostienen que no habría suicidio en el reino animal, se arroja reiteradas veces de la pecera, indicando su desesperado intento de libertad, pero bajo la forma de una suerte de pasaje al acto, si es que pudiéramos utilizar esta categoría conceptual para un pez. Finalmente obtiene la añorada liberación, lo arrojan a un río, tras la mirada siempre enigmática de nuestra protagonista, que denota una mezcla entre tristeza y felicidad por su amigo, su único amigo, que en su encerrado destino de “pescado”, pudo obtener la dignidad, que lo habitaba, de pez. Tal vez esta escena también gravite en Amelie, mostrándole que puede haber otra posibilidad que la de la pasividad ante las determinaciones del Otro.
3. Por último la pérdida de su madre, en esa insólita escena en la que le cae encima una mujer que intentaba suicidarse, matándola, tal vez como alegoría a ella misma, quien era una suerte de muerta en vida. Es así como van transcurriendo los años de su infancia al “cuidado del padre”, con toda la ambigüedad que la frase sugiere.
Amelie crece, al menos en apariencia, lo que no significa hacerse mujer, por todas las inhibiciones que traban su desarrollo personal. Lacan trabaja la inhibición en el Seminario Libro 10: “La Angustia”, como la contraposición entre dos deseos. Por un lado el deseo del Otro que la sitúa como la enferma cardiovascular que hay que cuidar, evitando por todos los medios que viva, para que no muera, paradojalmente, y por otro lado los deseos que asoman en ella, aunque mas no sea en su florido mundo imaginario.
De repente, se produce un acontecimiento que marca un antes y un después en su posición subjetiva y en su vida. Al caérsele la tapa de un frasco, esta choca contra un zócalo y advierte que allí hay un hueco. Se asoma, y descubre una caja con objetos infantiles. Se trataba de un escondite en el que antaño un niño había guardado sus más valoradas pertenencias, cual inconmensurable tesoro. Tras descubrir el nombre del aquél niño, nuestra protagonista es por primera vez causada por un fuerte deseo de encontrarlo y reintegrarle los preciados objetos, prometiéndose que si lo lograba se dedicaría en más, a hacerle el bien al prójimo.
Es así como tras una ardua búsqueda, da con la persona indicada, y de una manera ingeniosa lo hace reencontrarse con sus pertenencias, es decir con su pasado, es decir con su infancia.
Esto tiene para aquel niño, devenido ahora hombre, un efecto conmovedor, advirtiendo lo vano que es continuar distanciado de su hijo, sin tampoco poder ver a su nieto.
Bien, el objetivo se había cumplido, y fiel a su promesa, comienza a cambiar de posición, y del “pescado” que era, pasa a ser una suerte de paladina de la justicia y del despertar, de ahí que, comienza a aparecer con su nueva vestidura: “El Zorro”.
Entonces se lanza con su obra de bien:
I) El padre era un obsesivo grave, encerrado, a su vez en su propia jaula, rebajando el deseo del Otro, a la demanda. Un excelente ejemplo de esto es el malentendido que determinó la vida de Amelie. No pudiendo interpretar que las palpitaciones de ella, tenían que ver con los deseos edípicos, incestuosos, que le suscitaba su acercamiento, los rebajó a una insuficiencia cardiaca que le demandaba sacrificialmente sobreprotegerla, dejando postergados sus propios deseos, por ejemplo el de viajar por el mundo que se debía a sí mismo, y que jamás había podido concretar con su mujer.
Muerta la misma, desentierra un enano de jardín y lo exhibe en la superficie, permitiéndose algo que quería y tenía vedado por restricción de la “patrona”. Recordemos que el obsesivo siempre se posiciona como el esclavo de un amo invisible, que puede encarnarse en cualquier personaje. Espera en secreto la muerte del Amo, momento en el que cree que por fin se liberará. Que por fin su hora llegará, mientras tanto siempre la hora es la hora del Otro.
No obstante, como sostuvimos el amo invisible siempre reaparece y se encarna, ahora se esclaviza a cuidar al enano de jardín.
Entonces casi como una analista avezada, nuestra heroína comienza a realizar actos calculados, para conmover a los diversos sujetos de esta historia, de la posición de goce en la que se encontraban.
Decide sustraerle al padre su objeto tan preciado, y entregárselo a una mujer que viajaría por el mundo, solicitándole que le saque fotos al gnomo de yeso, en diversos países y que se las envíe al padre por correo anónimamente. Por supuesto cuando su progenitor recibe las insólitas fotos, queda absolutamente dividido y perplejo.
Finalmente al regresar de su viaje, la mujer le devuelve a Amelie el enano, no sin decirle que por su culpa la habían bautizado Blanca Nieves, esta, a su vez, lo reintegra nuevamente en al jardín donde estaba. Entonces su padre se reencuentra con el objeto retenido, perdido y recuperado, con un estado de confusión aún mayor, sin poder explicarse lo sucedido. Algo del sin-sentido y la cesión parece que por fin está operando.
II) Otro personaje de su entorno, era aquella vecina melancolizada, por sentirse abandonada, y dejada de amar por su novio, desde hacía ya cuarenta años. Del mismo recibía diversas cartas, desde el frente de batalla, hasta que un día ya no recibió ninguna más. Nos encontramos ante un personaje que había suspendido su vida desde entonces, en una suerte de duelo ni siquiera comenzado, a la manera de aquellos sujetos que por carencia de amor, por desamparo, en lo referido al frágil lugar que ocupan para el deseo del Otro, detienen ilusoriamente el tiempo, fijados a esa posición infantil, a la espera de que esa historia se rectifique, sin poder aceptar el dolor de lo Real, el dolor de haber sido lo que fue, el dolor de la suerte echada con relación a la novela familiar que a cada uno le tocó soportar.
Amelie, entonces le sustrae, a esta mujer las cartas que le había enviado aquel viejo amor, y arma un collage con las mismas, escribiendo así una nueva carta en la que su novio le declara su eterno amor. Inventa un artilugio por el cual le hacen creer que fue encontrada esta carta tras cuarenta años.
III) En el café en el que trabajaba, percibe la soledad, el aislamiento, el resentimiento, la tristeza y el dolor de dos personajes. Uno de ellos, una mujer que trabajaba allí, el otro, un hombre habitué del lugar. Es así como se las ingenia para causarles el deseo, y por fin despertarlos de su durar, de su no animarse a vivir de verdad.
A él lo convence de que ella tiene un metejón secreto con el mismo, y el ni siquiera lo advierte entretenido con otra mujer imposible.
A ella, le pregunta porque cree que el se sienta siempre en el mismo lugar, desde el cual hay una visión del sitio de su puesto de trabajo. Y la deja pensando.
IV) Tras una y otra vez presenciar la escena sado-masoquista del dueño del puesto de verduras con su sumiso empleado, decide entrar en la casa del primero y realizar maniobras muy cómicas, que terminan por hacerlo sentir, a él también, un inútil, gozado por el Otro.
V) Por último, le llama la atención el personaje que junta pedazos de fotos, cortados para reconstruir personajes. El mismo está causado por un sujeto enigmático que reaparece una y otra vez, y deja sus fotos rotas y esparcidas por el piso, provocándole la sensación, al muchacho de estar frente a un misterio, frente a una especie de fantasma.
Amelie descubre al enigmático personaje y conduce al confuso muchacho a develar la verdad. Pero ocurre algo, por primera vez extraño, ella se enamora del joven, entonces, fóbicamente, con su deseo correctamente prevenido del encuentro con el deseo del Otro, comienza a darle signos de su interés para causar un encuentro entre ambos, pero siempre a último momento termina escabulléndose. Como en la escena de la estación, de la plaza y la escalera, del tren fantasma, del café en el que trabajaba, incluso de su casa, cuando el muchacho por fin decide ir a buscarla.
Es muy importante en esta historia el rol que ocupa para nuestra protagonista el pintor que oficia para ella como una suerte de analista, con la palabra justa en el momento indicado, así como ella oficiaba, a su vez, de analista para propiciar el advenimiento del deseo y la subjetividad en los demás.
Aunque Amelie, también intenta ayudar a su amigo el pintor, enviándole anónimamente videos sugestivos. Por ejemplo, el se encontraba postrado en su casa por una supuesta fragilidad de sus huesos, y en uno de los videos se observa a un negro que cojea dificultosamente con una pierna de palo, para luego ponerse a realizar alegremente un movido zapateo americano. Así como este, otros mensajes simbólicos que apuntaban a conmoverlo de su posición.
El pintor le muestra un cuadro que había realizado, hacía muchos años. En él aparecía en su centro una niña encerrada en su casa. Aduce que no había podido terminarlo, porque no lograba definir sus rasgos. Vemos como su ventana daba en perspectiva a la ventana de la casa de Amelie.
Estábamos en el flechazo que toca el corazón de nuestra protagonista, sin embargo el muchacho va a tocar su puerta y esta no responde. Llorando imagina su muerte, su entierro, millones de personas la despiden, joven, como una mártir o una santa, abnegada en su cruzada por el bien al prójimo, es despedida con todo el afecto universal, pero sin ningún amor singular.
Es interesante uno de los tantos diálogos que se producen con el pintor. Él le cuestiona que se aboque a los otros y se postergue a sí misma, ante lo que ella responde que es mejor ayudar a los otros, que cuidar un enano de jardín, en clara alusión a su padre.
Convengamos que si del lugar para el deseo del Otro se trata, no es muy promisoria la identificación a ser la enferma del Otro, o un pez o un enano de jardín. En este desesperado intento de ocupar un lugar para el Otro, Amelie, de una posición casi autista, o de histeria melancolizada, pasa a la posición de histeria sacrificial cuya misión es sostener al Otro, para obtener así un sentido en su vida, un ser y un lugar. Estas alienaciones fundamentales le obturaban dar un paso más. Siempre era, como sostuvimos anteriormente, la hora del Otro, nunca llegaba su hora, a no ser como expresa el decir popular, bajo la única forma de imaginar su muerte.
Allí en ese clima de angustia, de llanto, imaginando su propio funeral, recibe un video de su amigo el pintor, en el que le advierte que no deje escapar la oportunidad del amor, de lo contrario convertiría su corazón, como sus huesos, en algo tan frágil, que terminaría por decretar su muerte en vida.
Entonces, ocurre algo fundamental, por fin esas palabras la hacen reaccionar. En este acto simbólico, observamos como se desdobla la función paterna, y por fin aparece la vertiente propiciatoria, posibilitadora de lo exogámico.
En el instante en el que por fin decide salir en busca del muchacho, se produce la contingencia del encuentro amoroso. El joven iba a llamar nuevamente a su puerta. Se besan se abrazan, comenzando a transitar un camino juntos, como lo sugiere la escena de la moto, al final.
Por último, es interesante como en un paneo, podemos observar a su vez, las consecuencias en los diversos personajes de las intervenciones de Amelie.
A) Al Padre, se lo ve tomando un taxi rumbo al aeropuerto internacional. La lógica de su intervención apuntó a sustraerle el objeto retenido que a su vez era el mismo, para mostrarle en acto la posibilidad de la circulación del deseo. Es decir el objeto anal, retenido, apareció desplazado bajo la forma de la mirada, en una suerte de omnividencia planetaria, el enano aparecía por todas partes mandándole fotos en distintas ciudades, lo que produjo la división y la perplejidad en el padre de nuestra protagonista. La enseñanza del acto de Amelie es que hay que poder ceder goce para que se cause el deseo, o dicho de una manera más simple: algo hay que poder perder, para poder ganar. El neurótico nada quiere perder, y por ello pierde lo principal, el sentirse realmente vivo, y no inerme como y con sus objetos retenidos.
B) Al recibir la carta su vecina melancolizada, puede por fin transitar de otra manera el duelo inconcluso, quedándole el saldo de haber sido querida por aquel viejo amor. Ya nada será igual. Como su alegría lo indica.
C) Respecto de los personajes del café, tienen un encuentro sexual, que les hace simbólica y literalmente: “mover la estantería”, en el baño del negocio, aunque luego de un tiempo por malos entendidos retornan a su neurosis habitual, nos podemos preguntar, si del mismo modo.
D) Poco a poco el empleado de la verdulería que se hacía maltratar, , va corriéndose de esta posición de goce, y advierte que cuando el dueño del puesto no está, es sumamente eficaz y operativo en el manejo del negocio y su relación con los clientes.
E) Finalmente, le hace descubrir al muchacho del que se había enamorado, que el supuesto fantasma, el supuesto personaje invisible que se sacaba fotos y luego las rompía, era tan sólo el técnico de la máquina, que iba a hacer el service con periodicidad, y necesitaba probarla, cayéndose el misterio que lo tenía tan tomado y detenido en la circulación del deseo.
F) También se muestra a aquel personaje inicial que se reencontrara con su tesoro infantil, jugando con quien presumimos, es su nieto.
Bien, hasta aquí este apasionante recorrido, de una niña primero inhibida y melancolizada, luego abnegada sosteniendo al Otro, para ocupar un lugar y obtener un ser, para por fin despertar al amor, y comenzar el magnífico camino del saber de sí con otro, como en toda historia de amor plena, en la que se juega siempre algo del orden del saber y la verdad.
Se trata de una excelente historia que nos permite distinguir diferentes estatutos del deseo: el deseo inhibido, el deseo prevenido, el deseo imposible, el deseo insatisfecho y el deseo, por fin acto.
También podemos pensar en su arduo camino de la alineación a la separación.
El camino de poder perderse como objeto causa del deseo del Otro, para que por fin pueda causarse el deseo. Finalmente el pescado accedió a su plena potencialidad de pez. Como finalmente aquella niña atrapada en el fantasma paterno, accedió también a su plena potencialidad de mujer.
Observamos en esta dirección, que por fin, conforme al derrotero de Amelie, su amigo el pintor pudo concluir aquel viejo cuadro, pudo finalmente definir el rostro de aquella difusa niña, de la casa contigüa.
Por todas estas razones y enseñanzas que nos deja Amelie y lo que va sucediendo en todos los personajes de su entorno, podríamos ampliar el título de esta película del siguiente modo:
AMELIE:
La historia de aquella niña primero “pescado dormida”, luego “Zorra , paladina del ajeno despertar”, que un día, por fin, también despertó.